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PARÍS Y LA MÚSICA ESPAÑOLA

Nos situamos a finales del siglo XIX y principios del XX, época en la que muchos músicos y compositores españoles viajaban a París para aprender nuevas técnicas y tendencias, pues, por aquel entonces, París estaba a la cabeza de la innovación musical en Europa. Entre ellos, estaba el joven sevillano Joaquín Turina, que había acudido a estudiar composición en la Schola Cantorum (escuela liderada por César Frank).

En 1907, Turina estrenaba su primera obra publicada, Quinteto, en el Salón de Otoño. Justo cuando iba a empezar el concierto, con los músicos ya preparados en sus puestos, aparecieron a toda prisa dos señores que ocuparon dos asientos libres de la primera fila. Uno era bajito y rechoncho, con perilla, y el otro, muy delgado y calvo. Ambos se limpiaron el sudor con un pañuelo, fatigados por la carrera para llegar con el tiempo justo. Al finalizar el concierto, los dos se acercaron a felicitar al joven compositor y el señor bajito propuso ir a tomar un café. Estos dos personajes no eran otros que Isaac Albéniz y Manuel de Falla, compositores españoles ya consagrados. La conversación en aquel café parisino se aproximaría a lo siguiente:

—Durante el concierto pregunté a una persona del público si el compositor de la obra que escuchábamos era inglés y me dijo que no, que era español, de Sevilla —dijo Albéniz.

—Así es —contestó Turina.

—Y dime… ¿No verías interesante introducir en tu música los rasgos de la música de nuestro país? Insertar nuestra tradición en composiciones clásicas. Tu música es muy buena, pero puede pasar desapercibida entre tantas obras. Sin embargo, incluir nuestra tradición (fandangos, seguidillas…) en nuestros trabajos les da una identidad reconocible y es una vía por explotar. A nosotros nos lo recomendó Debussy, aquí, en París.

—¡El gran Debussy!

—El mismo.

Falla no decía nada, se limitaba a asentir, a sonreír y a tomar sorbos de su bebida.

Desde aquel café, Turina, que ya a sus 24 años era un buen compositor, acogió humildemente el consejo de otro gran músico y, orgulloso de su origen, cambió totalmente su manera de componer, convirtiéndose en uno de los compositores más representativos de la música española, con una gran presencia de la tradición musical en sus composiciones. París fue, sin duda, una influencia clave para una de las épocas más importantes de nuestra música.

Para escuchar:

Oración del torero – J. Turina

Clara Molina Molina