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NUESTRO COMPROMISO CON EL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA INTERPERSONAL: LA ÍNSULA Y LA EMPATÍA.

La inteligencia interpersonal o inteligencia social es la capacidad que posee una persona de relacionarse con otras, permitiéndole interactuar con ellas de una forma satisfactoria.

La aptitud básica de la conciencia social es la empatía: facultad de ponerse, sin esfuerzo, en el lugar de los demás, de sintonizar con sus emociones y de sentir lo mismo que ellos. ¿Han escuchado alguna vez frases como “ponte es sus zapatos” o “ponte en su piel”? Dominar la empatía, una de las habilidades sociales más exitosas, garantiza un adecuado desempeño de nuestra inteligencia interpersonal. Carecer de ella induce a un comportamiento egoísta, dificulta el trabajo en equipo y el cumplimiento de normas. De ahí que en nuestro proyecto globalizado “Cerebros Brillantes” le concedamos tanta importancia a su correcto desarrollo.

Durante todo el curso, tenemos rincones permanentes en clase que potencian la empatía. No obstante, en estos últimos meses, hemos querido que los niños comprendan de forma explícita qué es y dónde se produce. Además, han realizado múltiples actividades para adquirirla, tales como: dramatizaciones de personajes, resolución de conflictos, debates en los que se les asigna el papel que deben asumir, cartas a un afectado en un conflicto recogido en alguna noticia de prensa…

¿Y dónde se origina la empatía?

Según algunos estudios, cuando establecemos una relación empática con alguien, nuestras neuronas espejo imitan en nuestro interior el estado de esa persona y es una zona de la ínsula (una pequeña región de la corteza cerebral situada en el interior del surco lateral) la que descifra de qué estado se trata. En esta parte del cerebro se produce la confluencia de nuestro ser, donde se unen el cuerpo, la mente y las emociones. Muestra de ello es que, al emocionarnos, experimentamos miedo, angustia, sorpresa o alegría. Nuestro cuerpo aprecia unos cambios fisiológicos que no podemos evitar; por ejemplo, si escuchamos alguna canción que nos conmueva, se nos eriza la piel, se nos acelera el corazón e incluso, cuando sufrimos alguna emoción negativa, el sistema digestivo se resiente. Sin embargo, para comprenderlo mejor debemos tener muy claro un detalle: ninguna estructura cerebral trabaja de manera aislada.

En definitiva, recuerden que, si no existen empatía y relaciones sociales afectivas, no importa cuán inteligentes seamos pues, sin ellas, no se puede llegar muy lejos.

Ana Isabel González Valdivieso