“SEÑO”, UNA PALABRA QUE SIGNIFICA MUCHO
De pequeña jugaba a recortar las etiquetas de los medicamentos que había en mi casa soñando con ser farmacéutica; en cambio, el destino quiso que fuera mi hermano el que se relacionase con la salud y la enseñanza fuese mi verdadera vocación.
En 2002 pisé por primera vez este colegio y, desde entonces, diversos aspectos han cambiado. No obstante, han permanecido en mí la ilusión de enseñar, la emoción de ver crecer a nuestros hijos y ser parte de un trocito de lo que serán mañana, de esa base que les servirá para vencer cualquier miedo y, sobre todo, para saber desenvolverse en un mundo cada día más abierto y con más peligros, aunque también con numerosas oportunidades.
Como cualquier trabajo la docencia tiene sus periodos buenos, los moderadamente buenos y los difíciles; sin embargo, inexplicablemente, me devuelve la sonrisa por gris que sea la jornada o por muy mal que me haya levantado. Los niños, tan especiales, sinceros e inocentes, consiguen que sus gestos, sus miradas profundas y honradas me lleguen al corazón. Ciertamente, hay algo que supera estas sensaciones y alegrías inmedibles: en el momento en que aprenden y contemplo en sus caras la satisfacción de haberlo conseguido, todo cambia y cobra sentido. Ellos me enseñan cómo las barreras se pueden franquear, cómo el esfuerzo supera dificultades y la constancia vence lo imposible. Por eso, siempre que un niño con necesidades educativas alcanza un reto, me embarga el entusiasmo y me enorgullezco de ser maestra.
El colegio forma parte de mí como yo de él. Todos los días son ocasiones para renovar, avanzar y lograr que los alumnos optimicen su aprendizaje, que vuelvan a sus casas con las ideas que les supongan el cimiento para llegar a ser una torre bien alta y que sus sueños se cumplan. A lo largo de estos años, he tenido la suerte de conocer a diferentes compañeros que me han convertido en una mejor persona y con los que he ido compartiendo estas impresiones. Podría contar miles de anécdotas inolvidables porque continuamente suceden situaciones memorables, algunas bastante duras, en las que el apoyo entre nosotros nos hace superarlas.
El desempeño de este trabajo se deja de catalogar así cuando cada mañana paso por la puerta y escucho la palabra mágica, “seño”.