Haz latir el corazón del mundo.
HAZ LATIR EL CORAZÓN DEL MUNDO
En un lugar casi desapercibido, hace más de dos mil años, el Señor del Universo decidió nacer, entrar en la historia de los hombres, sus criaturas, para justamente, hacerse compañero de camino hacia la plenitud de la vida.
En algún despacho, por aquellos años, apareció el siguiente curriculum:
“A menudo, vi la muerte de cerca; cinco veces sufrí el suplicio de la flagelación; tres veces fui tundido con las varas; una vez fui lapidado; naufragué tres veces, pasé un día y una noche mar adentro. Y mis viajes, incontables, llenos de peligros; peligros en los ríos, peligros por parte de los bandidos, peligros por parte de los de mi linaje, peligros por parte de los infieles; peligros en las ciudades, peligros en los desiertos, peligros en el mar; mis trabajos y mis sufrimientos, mis numerosas vigilias, las torturas del hambre y de la sed, los ayunos múltiples, el frío de la desnudez; y dejando de hablar de otras cosas, todavía recordaría mis preocupaciones diarias, la solicitud por todas las iglesias que fundé». Pero “en todo esto, somos más que vencedores. “Ni la tribulación ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la espada pueden separarme del amor de Cristo Jesús».
Lo que me sostiene es la convicción profunda de que “el amor de Cristo me mueve”
Son muchos, millones de personas, los que durante más de 2000 años se han sentido transformados por este mismo hecho. Miles de currículos, a los que podrás asomarte a lo largo de este curso que comienza, presentan semejantes experiencias.
¿Estarán equivocados?
Haz la prueba: métete a fondo en la experiencia y así podrás saberlo.
¿Quién hace latir el corazón del mundo?
Tú, con tus sueños y el amor con el que eres amado.
«Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el momento de germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas… para convertirse en árboles. Árboles magníficos y orgullosos que, a su vez, nos digan, en su solidez, que oigamos nuestra voz interior; que escuchemos la sabiduría de nuestros sueños semilla. Ellos, los sueños, indican el camino con símbolos y señales de toda clase, en cada hecho, en cada momento, en las cosas y entre las personas, en los dolores y en los placeres, en los triunfos y en los fracasos. Lo soñado nos enseña, dormidos o despiertos, a vernos, a escucharnos, a darnos cuenta. Nos muestra el rumbo en presentimientos huidizos o en relámpagos de lucidez cegadora. Y así crecemos, nos desarrollamos, evolucionamos… Y, un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida, las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles, y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas, cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo nuestro pasado y nuestro futuro.
Nada hay que temer… Una sabiduría interior las acompaña…. Porque cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol». (Jorge Bucay. Cuentos para pensar)
Mª Pilar Seoane Sánchez
Directora